jueves, 16 de julio de 2009


Opinión
jueves 16 de julio, 2009

Rafael Muci-Mendoza
La estatua de Vargas...

Su rostro adusto y a la vez bondadoso, parece meditar su triste destino...
En el centro del patio interior del Hospital Vargas de Caracas, que responsable y bondadoso ha recibido a millares de hombres y mujeres enfermos por más de una centuria, se yergue la estatua del sabio Doctor José María Vargas, reformador de los estudios médicos y primer presidente civil de Venezuela. Esculpida por el artista venezolano Eloy Palacios en mármol de Carrara y sobre un pedestal negro de mármol de las canteras vecinas a Petare, otea imperturbable la entrada principal. Su mano izquierda sobre el corazón; la derecha, en gesto benévolo ha sido colgadero de ofrendas, dijes y milagros de agradecidos sufrientes; su rostro adusto y a la vez bondadoso, parece meditar su triste destino...

En buen catecismo marxista, para cambiar la verdadera historia, esa que odia, y con ello, el paradigma de la medicina nacional para desplazarla hacia la figura del Che, un asesino; es necesario destruir el Hospital Vargas, sacar a sus médicos, pacientes y estudiantes y luego, defenestrar al buen hombre de su pedestal e introducir irregulares cubanos. ¡Qué mejor estrategia que el recurso de una remodelación que no acaba!

¿Cómo ayudar? Preguntan algunos; ¡Quisiera creer que no lo destruirán!, dice otro. Si pasean por sus salas de desvencijados techos, verán camas, muchas camas vacías ¿Cómo estarlas en medio de la espantosa crisis? Parece que nuestro humilde pueblo ya no cree en el Hospital ni en nosotros, los guardianes de su historia; sólo aquellos miserables de salud y fortuna, sidóticos y tuberculosos, ayunos de seguridad social, ocupan sus camas y encuentran en sus degradados médicos bálsamo para sus penas.

¡No puede estar pasando...! Dirán. Es la paradoja de los cuernos; él último que se percata de tener la cuernamenta IN SITU, es aquel que los calza...

rafael@muci.com