Dr. Ángel González Luque
El año 1961 constituyó un hito relevante en el desarrollo de la educación médica en Venezuela. Ese año fue instituida oficialmente la Escuela de Medicina “José María Vargas”, adscrita a la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela, cuya facultad, desde ese momento, comprendía las dos Escuelas de Medicina, Vargas y Razetti, además de las Escuela de Bioanálisis y de Nutrición Dietética.
Con el traslado de las Cátedras Clínicas al recién inaugurado Hospital Universitario de Caracas, en 1957, y asentadas las Cátedras de ciencias Básicas en los Institutos Anatómicos y de Medicina Experimental de Parasitología y Medicina Tropical en el Instituto de Medicina Tropical, de Anatomía Patológica en el Instituto Anatomopatológico y de Higiene y Medicina Preventiva y Social en el Instituto de Higiene, todos en el campus de la Ciudad Universitaria, algunos distinguidos Profesores de las Cátedras Clínicas permanecieron en el antiguo Hospital Vargas de Caracas.
Quienes allí continuaron con la enseñanza clínica, comenzaron a madurar la idea de una nueva escuela médica, con características novedosas en cuanto a enseñanza.
Investigación y extensión, en fin una Escuela de Medicina diferente a las tradicionales existentes en el país.
En tal circunstancia, dos sobresalientes Profesores de la Cátedra de Clínica Dermatológica y luego del Instituto Nacional de Dermatología, los Dres. Jacinto Convit y Francisco Kerdel Vegas, quienes habían establecido valiosos contactos en la renombrada Escuela de Medicina de la Universidad de * Profesor Titular Jubilado, Facultad de Medicina, Universidad Central de Venezuela Stanford, California, USA, durante su permanencia en tan reputada Universidad, dieron a conocer el alto nivel académico de la misma y la filosofía de su docencia.
Durante la gestión rectora) del Dr. Francisco de Venanzi y la decanal del Dr. Rafael José Neri, uno de los miembros del personal docente de la Facultad de Medicina, adscrito al Hospital Vargas, en el Servicio de endocrinología, el Dr. Luis Manuel Manzanilla, bajo auspicios de la Facultad de Medicina, permaneció durante un año en la Universidad de Stanford, California, y recogió valiosa información de sus facilidades.
En esa oportunidad, en vista del interés existente en la Facultad, visitó Caracas el entonces Decano de la Escuela de Medicina de Stanford, el Dr. Alway, quien sostuvo interesantes reuniones con autoridades y Profesores de la Facultad de Medicina y autoridades rectorales de la Universidad Central de Venezuela.
El Dr. Alway regresó a California, a la Universidad de Stanford, visiblemente motivado y con deseos de prestar su colaboración al proyecto. Fueron años de reflexión y entusiasmo, y gestiones difíciles.
Mucho ayudó la decisión siempre favorable y entusiasta del Decano Neri, del tren directivo que lo acompañaba y de la mayoría de los miembros del Consejo de la Facultad de Medicina, algunos de ellos, Profesores en el Hospital Vargas.
Ilustres Profesores de dicho Hospital, los Dres. Fernando Rubén Coronil, Francisco Montbrun, Otto Lima Gómez, Jacinto Convit, Francisco Kerdel Vegas, Blas Bruni Celli, Miguel Ron Pedrique, Eduardo Carbonell, Luis Manuel Manzanilla, Jesús Mata de Gregorio, Francisco Castellanos, Feliciano Acevedo Gallegos, Tulio Villalobos Capriles, Carlos Hernández, Herman Wuani, Félix Eduardo Castillo, Pedro Luis Ponce Ducharne, Carlos Moros Ghersi, entre varios, dieron impulso a la idea de la nueva escuela médica, y con la anuencia de las autoridades de Facultad, estimularon la posibilidad del traslado, desde la Escuela Razetti, de algunos docentes de ciencias básicas, con experiencia en investigación y docencia.
Esto motivó el rechazo de algunos académicos de la Escuela Razetti, los cuales, desde un principio estuvieron en desacuerdo con el establecimiento de una nueva escuela médica en la Facultad.
Ello originó arduos y prolongados debates en el Consejo de la Facultad de Medicina, pero la hábil conducción de los mismos por parte del Decano Neri y el apoyo irrestricto de algunos de los consejeros, incluida la delegación estudiantil, llevó a feliz término la aprobación de dichos traslados en el Consejo de la Facultad y su tramitación favorable al Consejo Universitario.
El cuadro de docentes en Ciencias Fisiológicas se completó con la incorporación de valiosos médicos jóvenes, junto a otros destacados Profesores contratados en el Exterior.
El Departamento de Ciencias Morfológicas se constituyó con miembros del propio personal docente del Hospital Vargas, algunos con experiencia dilatada en las enseñanzas anatómicas e histopatológicas, además de otros médicos jóvenes con acendrada vocación docente.
En la Cátedra de Microbiología se incorporaron igualmente Profesores contratados de experiencia en el área y también médicos jóvenes dedicados.
La enseñanza en las Cátedras de Parasitología y Medicina Tropical se cumplió, en los primeros tiempos, en el Instituto de Medicina Tropical de la Ciudad Universitaria, dirigido por el Dr. Félix Pifano.
El Departamento de Medicina Preventiva y Social, recibió a docentes con vasta experiencia sanitaria, algunos destacados funcionarios del entonces Ministerio de Sanidad y Asistencia Social y quienes fueron incorporados al personal de escalafón universitario por acuerdo entre dicho Ministerio y la Universidad.
La docencia clínica médico-quirúrgica se llevaba a cabo en el Hospital Vargas de Caracas, con extensión al Hospital “Jesús Yerena” en Lídice y al Hospital “José Gregorio Hernández” del Seguro Social en San José.
Las docencias pediátrica y obstétrica en el Hospital de Niños y en la Maternidad Concepción Palacios respectivamente. A las Cátedras Clínicas Médicas y Quirúrgicas y Auxiliares, se incorporaron jóvenes médicos brillantes, algunos con estudios de cuarto nivel en afamadas Universidades del exterior, junto con destacados Profesores de las Clínicas, además de los inicialmente señalados.
En el Hospital de Niños el personal docente estuvo constituido por especialistas prestigiosos en el área pediátrica.
En la maternidad “Concepción Palacios” por el personal docente de la Facultad, de amplia experiencia obstétrica.
¿Por qué otra Escuela de Medicina en la misma Universidad? Conviene reiterar que el leit-motiv fue alcanzar una Escuela de excelencia.
Para la época en América Latina se contaban algunas con ese desideratum; entre ellas la Escuela de medicina de Ribeirao Preto, Brasil; la Escuela de medicina de la Universidad de Calí, Colombia; la Escuela de Medicina de la Universidad de El Salvador, El Salvador.
Bajo la premisa de un cupo máximo de 60 alumnos por curso, se pensó dotar a la Escuela de instalaciones suficientes para una enseñanza acorde con dicho número.
Aun cuando ese cupo se llenó en respuesta a la solicitud de los aspirantes interesados, inicialmente se discutió la conveniencia de definir con claridad una política de captación y admisión de los aspirantes, en base a métodos adecuados de selección, siempre en concordancia con la capacidad docente.
Sin embargo, la reiterada presión estudiantil para lograr la ampliación del cupo de la Facultad de Medicina (en la época la Facultad realizaba formalmente un examen de admisión), condujo a que años más tarde, nuevas autoridades introdujeran un curso básico común, el cual devino en la Escuela Básica de la Facultad para todos los aspirantes de la misma.
Lamentablemente, así se incrementó el número de aspirantes para la Escuela Vargas, por encima de los 60 inicialmente acordados para el ingreso inicial a la Escuela. Si bien en lo que respecta a Ciencias Fisiológicas los laboratorios de práctica entonces denominados multidisciplinarios no fueron diseñados ni construidos debidamente, y ulteriormente debieron modificarse, si fueron al principio suficientes para el número de alumnos.
Los salones de prácticas para las Cátedras de Anatomía e Histología fueron adaptados a su propósito.
Debe aclararse que aun cuando existía una pobreza relativa de recursos materiales, en comparación con otras escuelas médicas, y particularmente con la Escuela de medicina de la Universidad de Stanford, a la cual algunos hubieran deseado emular, ello se compensaba con el entusiasmo y la dedicación del personal, incluido el personal auxiliar docente y el administrativo obrero.
Los años tan difíciles en el devenir político de los años primeros de la década de los 60, con las continuas interrupciones de labores en la Ciudad Universitaria, tuvieron una repercusión muy limitada en la Escuela Vargas, aún durante el prolongado allanamiento de la Ciudad Universitaria, durante el cual las actividades administrativas, docentes y de investigación en la Escuela Vargas permanecieron inalterables.
Ello se debió en parte a lo distante de la Escuela del campus universitario.
LA ESTRUCTURA ADMINISTRATIVA
La incorporación del calificado personal antes señalado y espacios cedidos para el inicio de las clases en el antiguo Departamento de Anatomía Patológica del Hospital Vargas, por el Dr. Blas Bruni Celli, Jefe del servicio de Anatomía Patológica, y en salones del Hospital, permitió la instauración de la que inicialmente fue conocida como coordinación docente, adscrita a la faculta de Medicina, bajo la responsabilidad del Dr. Luis Manuel Manzanilla, hasta que el año 1961 el Consejo Universitario de la Rectoría del Dr. Francisco De Venanzi, aprobó la Escuela de Medicina “José María Vargas”, con todas las atribuciones de Ley, el Dr. Manzanilla fue su primer Director.
Poco después, el asiento de las oficinas administrativas y de las Cátedras de ciencias Básicas, se mudó al edificio adaptado a propósito frente a la antigua Plaza de San Lorenzo, en la Parroquia de San José.
Este edificio fue construido durante el denominado Plan de emergencia, y en su conclusión, adaptación y mobiliario jugó un papel significativo el Sr. José Agustín Catalá, quien bajo el Gobierno de entonces tenía alta responsabilidad en el susodicho plan.
Para el momento de aprobación de la Escuela se instaló la Oficina de Control de Estudios, con personal de experiencia proveniente de la misma Oficina de la Facultad, lo cual permitió la elaboración de las fichas académicas de los alumnos y el seguimiento de las mismas a través de las calificaciones de exámenes, además de las otras responsabilidades inherentes a dicha oficina.
Así mismo, se instaló la Biblioteca de la Escuela, con personal proveniente de la Biblioteca y del Instituto de Medicina Experimental, fue dotada con obras de consulta y publicaciones científicas periódicas.
LOS ALUMNOS
La idea era desarrollar en los alumnos condiciones de liderazgo en la práctica clínica y en la medicina científica y propiciar en ellos un pensamiento analítico y crítico.
Además de enfatizarles la relevancia de las ciencias médicas básicas, señalarles igualmente el papel tan importante de las ciencias sociales y de la conducta, de la ética médica, de la promoción de la salud y la prevención de la enfermedad, todo lo cual les garantizaría un comportamiento adecuado en el ejercicio de la práctica profesional.
Se procuró siempre un ambiente educativo estimulante de la diversidad científica e intelectual con flexibilidad curricular, particularmente aprovechable por los alumnos altamente motivados con capacidad para continuar su aprendizaje aún después de egresados.
Debieran distinguirse por su integridad, carácter, motivación firme, amplitud, capacidad para el trabajo intenso, liderazgo, adaptabilidad, tolerancia, sensibilidad, moralidad, conciencia social, discurso articulado en el lenguaje simbólico de la ciencia, habilidades de comunicación y de toma de decisiones.
En cuanto al currículum, se promovió la integración horizontal y vertical de las asignaturas que lo constituían, y en cuanto a la práctica hospitalaria se procuró el más pronto contacto entre el alumno y el paciente.
Se estimuló el diseño de métodos adecuados y coherentes de evaluación de los alumnos, en relación con los objetivos propuestos en el currículum.
La estructura curricular abarcaba 12 semestres, los 2 últimos con internado rotatorio a través de las Clínicas Médica, Quirúrgica, Pediátrica y Obstétrica.
LOS PROFESORES
Se concibió la idea que el profesorado de ciencias básicas permaneciera a dedicación exclusiva para cumplir así con mayor efectividad la dualidad docencia-investigación, particularmente en Ciencias Fisiológicas.
A la par que en las mismas se incorporaron docentes de experiencia provenientes de la Escuela de Medicina “Luis Razetti” y de la propia plantilla docente y asistencial del Hospital Vargas, lo hicieron también otros jóvenes médicos de decidida vocación por la enseñanza y la investigación.
Los liderazgos de los Profesores Francisco Montbrun y Edmundo Vallecalle Suegart, en Ciencias Morfológicas y en Ciencias Fisiológicas, respectivamente, del Profesor Carlos Luis González, en Medicina Preventiva y Social, del Profesor Blas Bruni Celli, en Anatomía Patológica, de los Profesores Fernando Rubén Coronil, Otto Lima Gómez, Jacinto Convit, Jesús Mata De Gregorio, Francisco Castellanos, entre otros, fueron fundamentales para cimentar una enseñanza e investigación de calidad.
Propiamente no fue definida una política de captación del personal académico, pero los méritos científicos, docentes y asistenciales, en relación con la misión institucional del personal docente y de investigación incorporado, en el cual numerosos profesores poseían una dilatada experiencia, junto a los más jóvenes, escogidos en base a concursos abiertos, lograron se formara una plantilla muy valiosa.
Si bien no se estableció un programa específico de desarrollo profesional, algunos docentes e investigadores tuvimos la oportunidad de acceder, mediante becas y/o año sabático, a universidades extranjeras de prestigio internacional.
Varios de los docentes jóvenes, igualmente mediante becas, cursaron estudios de cuarto nivel y alcanzaron su doctorado en instituciones universitarias europeas y norteamericanas de alto rango académico, y al reincorporarse a la escuela, constituyeron una masa crítica importante, junto a los docentes veteranos, tanto en docencia como en investigación.
Uno de los aspectos más favorecidos fue procurar la mayor integración entre las cátedras clínicas y las pre-clínicas.
Experiencias muy interesante en nuestra Cátedra de Fisiología, fue la incorporación del Profesor Francisco Castellanos, jefe de la Cátedra de Pediatría, en la enseñanza de los aspectos fisiológicos del recién nacido y del niño.
Al inicio se instauró el régimen semestral, el cual persistió durante varios años.
Razones de orden práctico lo revirtieron a régimen anual.
Se recuerda, en esos tiempos iniciales, el grado de compenetración de los alumnos con sus profesores.
Era esa una de las razones de la dedicación exclusiva del personal de Ciencias Básicas.
El profesor permanecía en la planta física de la Escuela, durante toda la jornada, en sus labores de docencia y/o investigación, atento a cualquier consulta del estudiante, en un ambiente de mutuo respeto y alta compenetración.
Pese a las limitaciones materiales existentes, el uso de los laboratorios multidisciplinarios y de las aulas compartidas por las distintas cátedras, permitía a la vez un saludable intercambio interprofesoral.
Se adoptaron, sin duda, modalidades pedagógicas de avanzada para la época.
REFLEXIONES
A 41 años de la experiencia fundacional de la Escuela “José María Vargas”, el autor, cuyos estudios médicos se efectuaron íntegramente en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Venezuela y su aprendizaje clínico en las viejas salas del antiguo y entrañable Hospital Vargas de Caracas, fue privilegiado con una beca profesora) en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford en los años 1963-64, a la cual concurrió otra vez en año sabático durante 1978-79.
Presenció e intervino en los intensos debates previos y ulteriores a la creación de la Escuela Vargas, como integrante del tren directivo de la Facultad de Medicina (Director de la Escuela de Medicina de la Universidad Central para la fecha), bajo el Decanato del Dr.
Rafael José Neri, cuyo interés sobre la misma fue primordial, y luego como miembros por elección del Consejo de la Facultad.
Formaba parte del personal docente y de investigación de la Cátedra de Fisiología de la Escuela de Medicina de la Universidad Central, y junto a dos de sus compañeros de dicha cátedra, los Dres. Edmundo Vallecalle Suegart (lamentablemente fallecido en plena madurez creadora), y Thibaldo Garrido de Armas, uno de los Profesores más tempranamente trasladados a la Escuela Vargas en ciernes.
Considera como esenciales las múltiples gestiones que desarrollaron con el loable propósito de la fundación de la Escuela, los distinguidos Profesores de clínicas del Hospital Vargas otros que sería largo enumerar.
Retrospectivamente, el autor considera que hubiese sido más provechoso para el porvenir de la Escuela, haberla concebido inicialmente con un carácter experimental, sin las ataduras reglamentarias inherentes a la Ley de Universidades vigente, con una dinámica de funcionamiento distinta a las Escuelas tradicionales.
Ello hubiera permitido una selección más rigurosa del alumnado, respecto indeclinable al máximo de 60 alumnos por curso, mayor flexibilidad curricular, acercamiento más expedito a otras instituciones intra y extrauniversitarias, dentro y fuera del país.
El autor quisiera enfatizar este último aspecto.
Hubiese sido especialmente provechoso para la Escuela el apoyo económico de fundaciones privadas y publicas, incluso algunas de estados Unidos de América; varias escuelas médicas de América Latina se habían beneficiado extensamente de esa ayuda (Verbigracia, de las Fundaciones Rockefeller o Kellogg) entre las cuales las citadas previamente en este ensayo.
En cuanto al personal docente del autor, estima que los profesores incorporados, tanto de ciencias Básicas como de clínicas, cumplieron un papel acertado en sus responsabilidades.
Pese al interés de las autoridades universitarias y de la Facultad, los trámites administrativos se cumplían con lentitud, lo cual retardaba resultados de perentoria necesidad en la escuela de formación.
Profesores y alumnos nos sentíamos orgullosos de aquella experiencia educativa y muchos tuvimos fundadas esperanzas en su destino.
Se trabajó con ahínco y tesón, y a veces con incomprensión.
Fue una lástima no haber dispuesto a tiempo y desde el propio comienzo, de mayores y mejores recursos para la enseñanza la investigación.
No se profundizó el intercambio de experiencias con la Universidad de Stanford, modelo de eficiencia pedagógica y experimental en sus distintos departamentos, ni se sostuvo la colaboración que la misma podría haber prestado.
En fin, los avatares de la política educativa no permitieron se alcanzara la escuela médica de excelencia a la que la mayoría de los profesores aspirábamos en esos años iniciales.
Correspondería a las generaciones que siguieron retomar el camino, bajo perspectivas tecnológicas que en aquella época ni siquiera podíamos vislumbrar.
Dr. Ángel González Luque